viernes, mayo 18, 2007
[Déjà-vu]


Recién estaba pensando y de la nada llegó a mi cabeza la idea de escribir un diario. La verdad es que esta costumbre la tuve cuando chica, pero no sé si fue algo supersticioso o sólo ideas mías, pero cada vez que escribía algo, según yo, esa realidad que yo generalmente contaba con felicidad, cambiaba y se daba todo vuelta. Es decir, todo mal. Así que entre arriesgar mis momentos de alegría, que por lo cierto en esos años eran cosas tan simples como haber hablado con el niño que me gustaba, y echar todo a perder, dejé mis noches de desvelo por sueños más largos y por lo mismo dejé de escribir.
La verdad es que ahora escribiendo, no le escribo a un querido diario ni nada por el estilo, por el momento sólo a mí, quien sabe si encuentro a “otra yo” dentro de todas las cosas que llegue a plasmar aquí. Sucede que en mi vida han pasado muchas cosas, ya he vivido fuera del país (y ahora que lo leo así, como que me impresiona), estoy en el último año de carrera, haciendo el Internado en un Hospital en Los Angeles, es decir a una hora y media de mi ahora muy bien ponderado Concepción, y creo que he llegado a conocer lo que en realidad es la vida de una mujer más grande, que ha besado de verdad, que al menos ha estado cerca de enamorarse (si es que no lo estoy ahora, cosa que me saca un poco de la tranquilidad), que sabe administrar su dinero, que defiende sus ideas con pasión, que le da lo mismo que piense el resto de ella, que es capaz de caminar por la calle con la cabeza en alto y hablarle a un perfecto desconocido con propiedad. Y además tengo pacientes.
Estoy grande, eso es lo que pasa. Lo que no quiere decir que no añore la facilidad de la vida de antes y sienta a ratos que alguien que no soy yo, ha estado viviendo por mí todos estos años y yo no me di cuenta de nada. Mmm sí, tengo doble personalidad, complicado lo mío…
Las últimas veces que escribí en mi diario, como a los 15 ó 16 años, sufría por un amor no correspondido, no diré que era una cosa de niñas chicas porque en mi opinión, eso era lo más fuerte que podía sentir, y para mí en ese momento ver a esa persona me detenía el corazón y los pensamientos. Como todo en la vida, se devuelve, pinché con él, y cuál no sería mi sorpresa después al percatarme de que ya se me había ido todo el capricho; la verdad es que había pasado un par de años y ya había crecido un poco, ya había tenido una pareja que si bien no era el amor de mi vida, me aterrizó un poco en todo esta onda amorosa. Y sumándole a esto que él me presentó a mi primer pololo, de esos que de verdad se quieren, que tú te imaginas con él paseando por la vida, y piensas que va a durar para siempre, aunque en el fondo sabes que va a acabar, pero bueno se entiende la idea. Por otro lado, mis papás se habían separado, había salido del colegio… creo que en ese punto fue cuando empezó todo esto de crecer, digamos que rompí el cascarón. Ya era hora, por lo demás.
A tres años de eso, si mal no calculo, las cosas han mejorado para mí, en cuanto a mi perspectiva de la vida. Entré a la Universidad a los 18 años, como obviamente ocurrió después del colegio (la verdad es que nunca me sorprendí por eso, le he llegado a tomar el peso después) a estudiar Fonoaudiología. Y bueno, la U es algo distinto. Conoces tanta gente que tu vida cambia inevitablemente. Otras formas de ser, otras realidades, la vida se te muestra en sus mejores y peores caras a partir de quienes están ahí en su carrera para además de ser profesionales, caminar hacia la adultez.
Y qué decir, que es el período más apasionante de mi vida. Lo mismo que me hace pensar que aún no quiero terminar esto... ¿seré una universitaria vitalicia?
Y ahora con 22, empiezo a pensar que no me di cuenta cuándo pasaron los años, y a medida que escribo este párrafo, me empiezo a espantar de lo que acabo de decir y a tomar en serio lo que algunos amigos me han dicho… “estás vieja”. Pero por el momento pienso que los viejos son los viejos de alma y que hay gente que a esta edad está más avejentada que yo, que por lo cierto no pretendo hacer vida de vieja, no aún. Le gané al sentimiento derrotista al menos por ahora.
Y bueno, estoy aquí en mi pensión de Los Angeles City, ciudad helada por excelencia y en este momento, con menos gracia que chupar un clavo. La verdad es que no voy a escupir al cielo y pensar que no hallo la hora de irme, después de todo nadie sabe lo que pasará y quizás termine hasta trabajando aquí, conozca al amor de mi vida en la biblioteca, o quizás que disparate, pero evidentemente no deseo que ocurra eso… la verdad es que no tengo ánimos de andar con cambios radicales, al menos no en ESTE momento. Y no es de fome, pero aún me estoy acostumbrando a otros cambios, y quiero asumirlos todos antes de que no sepa qué diablos está pasando en mi vida. Algo de control tiene que haber, para que yo viva la vida y no al revés… como digo, al menos POR AHORA.
Creo que por primera vez en mucho tiempo, no estoy viviendo lo que va a pasar, sino que simplemente el aquí y ahora. Mucho sufrí por recordar, por esperar, y de verdad no quiero sonar vieja de nuevo, pero se aprende a aprovechar más los momentos. Por ejemplo, mis planes no llegan más allá de mañana, en cuanto a lo cotidiano, la vida me ha enseñado lo suficiente como para saber que basta que hagas planes para que otra cosa se te cruce, así que mejor dejo que me lluevan las cosas y ahí las ordeno, obviamente sin dejar que me inunden de apresuramientos. En cuanto a recordar, tengo todas mis heridas sanadas y si recuerdo cosas son puntuales. Aunque no por eso menos peligrosas. Pero ese es otro tema. Uno que da para largo…
Y ahora tengo que dormir. Y mañana tengo que levantarme a las 6.30, y no precisamente para ir al colegio, sino que para llegar 5 para las 8 al hospital, al Internado del 5to y último año de mi carrera.
Fuerte leerlo…
 
posted by Inge at 5/18/2007 05:44:00 p. m. | Permalink | 0 comments